Por Javier Contreras Alcántara
Los primeros meses del gobierno federal encabezado por Andrés Manuel López Obrador han sido, por lo menos, polémicos. Algunas de sus decisiones y acciones, aun y cuando no se ven sus efectos a plenitud, han sido aplaudidas -incremento de salarios, cancelación de condonación de impuestos a grandes empresas, adecuación para permitir matrimonios del mismo sexo en consulados-, sin embargo otras han sido recibidas con severas críticas por no estar fundamentadas del todo las decisiones ni sus alternativas -la cancelación del aeropuerto, la guardia nacional-, algunas más son por lo menos contradictorias con los propósitos enunciados tanto en campaña como en el mismo ejercicio de gobierno -cancelación de estancias infantiles y recientemente los recortes al presupuesto sin criterios claros para sectores claves como educación, ciencia y tecnología, salud-. Podemos advertir errores de cálculo de la 4t y sus consecuencias en el corto, mediano y largo plazo, que pudieron y pueden todavía ser evitados.
Estos errores se encuentran en las respuestas que se dieron a las preguntas básicas de todo gobierno: ¿qué hacer?, ¿con qué?, ¿con quién?, ¿cuándo?, ¿cómo saber si lo estamos haciendo bien?, y, asunto no menor: ¿volverán a votar por nosotros quienes votaron inicialmente?
Es decir, la agenda de acción es demasiado amplia, sin prioridades claras, sin considerar a la contingencia y dejando fuera de la ¿estrategia? a varios elementos centrales -recursos y actores- que se interrelacionan y que pueden crear una problemática aun mayor. Sin afán de ser exhaustivos, veamos cuáles son y cómo se encadenan.
Los errores de cálculo de la 4t:
- Una agenda amplia de problemas a tratar implica, en primer lugar, asegurar y planificar la capacidad estatal -recursos económicos y humanos disponibles, así como tiempos- para atacarlos eficiente y eficazmente; lo contrario lleva inevitablemente a la decepción y el fracaso;
- la austeridad en el gobierno federal, como estrategia única para obtener los recursos economicos necesarios para atacar esta agenda múltiple, sin criterios pertinentes, lleva a la pérdida de capacidad de atención y respuesta, por parte del mismo gobierno;
- el despido o remoción indiscriminada de un alto número de personas del servicio público y la entrada de personas sin conocimientos previos y especializados en el mismo, o de nadie, implica en muchos casos una pérdida de eficacia y eficiencia en las operaciones del gobierno federal y significa incrementar la probabilidad de errores en el diseño y ejecución de las actividades, con el consecuente incremento de costos y desperdicio de recursos, además de dificultar la capacidad de respuesta y reacción, y de generar condiciones para posibles actos de corrupción;
- perseverar en la fijación de nuevos objetivos, además de mantener a rajatabla los ya establecidos -aun y cuando se muestre que son equívocos o inviables económicamente- lleva a profundizar las resistencias de los sectores afectados y a profundizar la necesidad de financiamiento;
- las altas necesidades de financiamiento, sin modificar la estructura fiscal que permita la entrada de más recursos, llevan a vivir de prestado, comprometiendo los ingresos futuros o bien a eliminar o dañar sectores clave del gobierno cuyos resultados no siempre son visibles en lo inmediato pero que son centrales para la perduración y mejoramiento en el mediano y largo plazo (por ejemplo: salud, ciencia y tecnología, educación, cultura);
- las necesidades de recursos se vuelven a incrementar, o le pasas la cuenta a otros actores, si algunos de estos aspectos se elevan a rango constitucional para dificultar que en el futuro se descarten los proyectos de la actual administración;
- profundizar en las medidas, sin ofrecer opciones viables a los afectados, lleva a incrementar las resistencias y a la generación de enemigos donde no los había, así, en lugar de fortalecer y buscar nuevos apoyos para solidificar el movimiento, pone los cimientos para una oposición cada vez más grande, lo que, sumado a su capacidad de movilización o el peso de su voz en la opinión pública, puede minar las posibilidades del partido para mantenerse en el poder;
- la falta de claridad e indicadores para conocer el destino, justificación, utilización y retorno, de los recursos, lleva a dudar de la viabilidad de los proyectos;
- negar la validez de las cifras o los argumentos de quienes critican las decisiones y contraponerlas a la voluntad (“me caso ganso”) o las “cifras propias”, es un recurso que se agota rápido si no hay respaldo en la realidad;
- la política del resentimiento y de la descalificación del otro, cuando la oposición partidista está debilitada, es innecesaria y lleva a incrementar la fractura social ya existente, lo que genera la imposición de categorización de enemigos de la 4t entre los ciudadanos y polariza en extremo a la sociedad; la república amorosa se transforma en la república de los odios.
Las consecuencias:
Lo anterior da como resultado políticas ambivalentes, contradictorias, contraproducentes, que en lugar de dar con los resultados deseados provocan la desconfianza de sectores no convencidos pero que, en su momento, votaron por Morena y López Obrador, además de que radicaliza a quienes ya estaban en su contra y tensionan la economía del país.
Si bien la atención de muchos de los problemas que se intentan atacar es urgente, es necesario hacer una planificación adecuada, con estrategias, tiempos, financiamiento e indicadores. La prisa e impericia con la que está actuando la 4t puede llevar a cumplir su motivo para la acción apresurada y la profecía de sus enemigos: que no haya mañana.
Lo que hasta hoy puede mantener -para bien o para mal- a López Obrador en su camino es que hoy día no existe oposición partidista fuerte con alternativas en México y no se ve que pueda existir en el corto o mediano plazo. Tampoco se perciben voces discordantes al interior de Morena o que, al menos, capturen la atención del presidente y que alerten de lo que hoy parecen errores de cálculo de la 4t y de sus consecuencias.
Es indispensable generar nuevos espacios y actores para la discusión crítica y el contrapeso, pero también para fomentar la solidaridad que remedie la fractura social creciente y fortalezcan la emergencia de esferas públicas y cultura democrática. Esta es la labor a la que no podemos ni debemos renunciar.
El autor es Profesor-investigador de El Colegio de San Luis.
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